Rubén Gómez: “Para mí, el periodismo lo es todo”
Por Constanza Torres
Gran parte de las personas que pasan en tu vida no siempre dejan huellas: algunas las olvidas, otras te dejan malos o buenos recuerdos, hay quienes hacen que te arrepientas de conocerlas, mientras que otras logran que cada día agradezcas de que estén en tu vida. Lo mejor de todo, a pesar de las adversidades, es lo impredecible que pueden ser. Las personas no avisan, llegan y se quedan.
Y eso lo sabe Rubén Gómez, periodista titulado de la Universidad Católica del Norte, quien a lo largo de su vida ha visto más personajes que cualquier otro: desde un derechista literario hasta una astronauta rusa, desde un soldado argentino a un importante político español. Personas e historias que de alguna manera quedaron en su memoria como esas fotografías conservadas encima de un escritorio, y que al verlas nuevamente se le iluminan el rostro.
La trayectoria del reconocido profesor de la escuela de periodismo de la UCN es intachable. La cantidad de personajes que Rubén conoció en su vida es abrumadora, y cada una alberga una dosis de historias llamativas, curiosas y excepcionales. Pero hay alguien que el profesor no puede mencionar sin titubear y es Rodolfo Plaza, jefe de informaciones de El Intransigente, medio escrito de Salta, Argentina, quien le abrió las puertas en el país trasandino. Lo apoyó en momentos de crisis y fue un pilar fundamental cuando éste fue detenido por dos semanas a mano de soldados argentinos.
Asimismo surge la figura de Carlos Deckers, boliviano que le ayudó en su exilio a Bélgica, luego de pasar dos semanas secuestrado por el gobierno argentino, bajo la excusa de ser un “espía chileno y comunista”. Compartían el mismo dolor y trauma de haber sido torturados en épocas de dictadura. Fue el primero en darle la advertencia de irse del país, pues no faltaría tanto para que aquellas dos semanas de secuestro se volviesen indefinidas.
Estando en Bélgica logró adaptarse bastante bien tanto al idioma como a las singulares costumbres, logrando ejercer de traductor entre los diálogos de España y Bélgica, cuando el primero decidió unirse a la Unión Europea. Sin embargo, su estadía en Europa y el cariño que forjó por el viejo continente no fueron suficientes ante sus ganas de querer volver a Chile.
—Mi gente… —dice con cierto aire de nostalgia.
Después de más de 10 años de exilio, volvió a su tierra con destino final a Antofagasta, donde conoció a un personaje que le ayudó a cerrar un ciclo y comenzar otro, convirtiéndose en periodista de El Mercurio de Antofagasta y posteriormente en docente de la Universidad Católica del Norte.
—Donde los demás ponen coma, Azorín pone punto –exclama orgulloso.
Es un poco irónico el origen de esta frase, pues la persona que la talló en la memoria del periodista era Héctor Garcés Guzmán, quien lo ayudó a pesar de compartir la misma línea editorial y pensamientos de quienes lo echaron del país en el golpe de estado del 73.
—Era un periodista; director de El Mercurio de Antofagasta y me ofreció trabajo. Era escritor y conocía mi historia –la tranquilidad no abandona el semblante del profesional—. Periodista de derecha, pinochetista total, pero también era un periodista literario: un hombre que había viajado mucho. Y a él le interesó mi historia: que había estado preso en Argentina, detenido por gente de derecha, y que yo era un hombre de izquierda.
Sin embargo, todo ciclo tiene un desenlace, sea positivo o negativo. Rubén dejó las instalaciones de El Mercurio de Antofagasta para dedicarse completamente a la docencia en la universidad: desde 1991 que la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica del Norte cuenta con el apoyo académico del profesor Gómez, quien impartió clases como Introducción al Periodismo, Redacción, Periodismo Interpretativo, Periodismo de opinión, entre otros.
—Magnífica —menciona al resumir su experiencia en la casa de estudio.
Hoy, y tras 25 años desde su llegada a la Escuela de Periodismo de la UCN, Rubén abandona definitivamente la institución. Un periodo en el que ha entregado todos sus conocimientos y formado a decenas de generaciones de periodistas. Pero, ¿eso significa que será la última vez que lo veamos o sepamos del profesor? No.
Es verdad, un ciclo se cerró para él: la docencia. Pero no se trata de un fin absoluto, pues Rubén Gómez se dedicará ahora a la literatura: novelas y cuentos. Seguirá también dedicándose al periodismo porque para él, el periodismo lo es todo: Desde ser locutor de una radio hasta ser traductor, de periodista de La Moneda a ser asistente de taller en un diario.
Si me preguntan qué tipo de personaje es Rubén Gómez, diría que es de aquellos que dejan una huella imborrable. Y no sólo para mí, sino para todos quienes tuvieron el privilegio de compartir con él, ya sea en clases, en el trabajo o por las calles de su Antofagasta querida. Tal y como Rodolfo Plaza fue quien le abrió las puertas a Rubén en Argentina, luego fue él quien le devolvió la mano al destino y le abrió las puertas a decenas de personas al periodismo.