La Odisea Metalera: Desafiando estereotipos

Por: Dennisse Barraza H.

“Esa música satánica es del diablo”, “Te irás al infierno por escuchar metal”, son ejemplos de los comentarios que los metaleros reciben a diario. Estas palabras provienen de personas ajenas al género, que no se toman el tiempo para entender la cultura y el significado detrás de la música. Experiencias, percepciones y entrevistas que leerás a continuación, muestran cómo los metaleros han tenido que lidiar por años con los comentarios negativos de la gente, y que, a pesar de eso, ellos no le toman importancia a la incomprensión social.

A lo largo de los años, los metaleros en Antofagasta han pasado por diferentes etapas, enfrentando con frecuencia discriminación debido a su forma de vestir, la música que escuchan o simplemente por tener pensamientos distintos al resto de la ciudad. No pertenecer a la mayoría puede cerrar puertas en muchos ámbitos, desde oportunidades laborales hasta relaciones sociales, pero también abre ventanas, ofreciendo caminos alternativos que les permiten encontrar su verdadera identidad y comunidad.

“El metal nunca ha sido bien visto, siempre te ven como raro. La gente ve nuestros tajos en los brazos y se pasan rollos, sin saber los motivos que no tienen que ver con el metal, el metal es una inspiración, un desahogo, una experiencia muy profunda”, dice Rodrigo Varas Psijas (43), ecólogo marino y metalero desde joven, quien recuerda los 2000 como una época de descubrimiento y crecimiento para la comunidad metalera en Antofagasta. Él siempre se ha sentido fuera de la sociedad, nunca calza con nada de lo común y no le importa, porque no quiere ser como el resto.

Rodrigo, apodado el “Till Lindemann chileno” por algunos amigos, cree que las personas se cierran y no indagan en lo desconocido, insistiendo en la ignorancia humana para comprender más allá de las enseñanzas de la iglesia por siglos. “Pienso que el metal siempre fue mal visto por los prejuicios de la gente que no entiende las letras, la música fuerte, que en realidad para los que nos gusta el metal, es lo que nos relaja y libera de las presiones o estrés de este mundo”, recalca el ecólogo marino.

Esta actitud cerrada y crítica ha generado una barrera entre los metaleros y la sociedad general, pero también ha fortalecido la comunidad metalera. Al ser constantemente juzgados y malinterpretados, los metaleros han aprendido a apoyarse mutuamente, creando un ambiente de solidaridad. Esta unión se refleja en los conciertos, tocatas y reuniones, en la manera en que defienden su estilo de vida y su música.

Experiencias de discriminación y prejuicios.

Ignacio Tenorio Olivares (30), cuya pasión por el metal fue influenciada por su padre, experimentó discriminación desde temprana edad. En la escuela, era visto como el bicho raro y violento debido a su amor por el black y thrash metal. La pasión de Tenorio por estos géneros musicales surge porque cuando niño estuvo en muchos ambientes religiosos, sus familiares lo llevaban a la iglesia, y su profesora en el colegio lo obligaba a hacer religión.

“Escuchar black metal y ver el contraste que tenía contra la religión cristiana era como wow, me están enseñando algo, pero la música también me está enseñando algo que también es cierto, como el abuso que hizo el cristianismo en tiempos históricos. Entonces, el black metal, al transmitir ese contraste hacia la religión, me hace pensar que alguien más sí piensa lo mismo que yo, que piensa que la religión se equivocó, que no es sana, que puede formar odio en las personas”, dice Tenorio, afirmando que la sociedad ve la religión como algo bueno, cuando también existen guerras religiosas.

Una de las discriminaciones más grandes que ha vivido fue por parte de una psicóloga. Se atendió en un consultorio porque tenía problemas personales, y entre los temas que hablaron, Ignacio le contó sobre el género de música que escucha, le explicó los subgéneros y en qué consisten. Sin embargo, ella solo le preguntó “¿oye, y no has pensado en cambiar de género de música?”, a lo que él respondió que eso no tiene nada que ver con sus problemas personales, que esa música le gusta y lo saca del mundo del caos que tiene en su mente.

El ambiente de Olivares son las tocatas, se siente cómodo compartiendo espacios con personas que escuchan la misma música. Hay gente que lo percibe como violento o loco, pero es porque no comprenden. Asistir a una tocata y formar parte del mosh es una manera de desestresarse y liberar la rabia acumulada durante la semana, escapando así de una rutina agotadora de estudio y trabajo. “En el mosh, si alguien se cae, los demás lo recogen y lo animan a continuar, lo cual es gratificante ya que no todos muestran esa solidaridad”, concluye Ignacio. Este sentido de apoyo mutuo surge de la pasión compartida por la música, que se vive y se siente de manera intensa.

La depresión está en todos lados, en un rostro triste, en una sonrisa, en tu propio espejo. ¿Cómo se combate esto? La respuesta es sencilla para algunos, la música. Escuchar música para mejorar tu estado ánimo es una de las razones por las que las personas se refugian en ella, optan por sumergirse en el ritmo, las letras, vivencias y artistas que tienen una vida compleja al igual que los fans. Tal y como lo es en el caso de Bruno Oliva Fuentes, un antofagastino de 17 años que vive en Tocopilla y estudia en el colegio religioso “Sagrada Familia”.

Este joven tiene una banda de depressive black metal, “Ninfara”. Musicalmente se caracteriza por ritmos lentos y pesados, riffs de guitarra melódicos y repetitivos, acompañados de voces desgarradoras y guturales, abordando en sus canciones la tristeza, soledad, desesperanza y angustia. Y, aunque solo ha ido al colegio disfrazado una vez para celebrar el día del libro, recuerda haber disfrutado mucho al adoptar un aspecto “calavera” al estilo de Caligura de Dark Funeral.

Gracias a su papá descubrió el black metal, cuando le mostró la banda “Immortal” y su álbum “At The Heart Of Winter”. Quedó atrapado por los riffs, las letras, el ambiente y de allí fue conociendo otros grupos. A veces se enfrenta a las miradas juzgadoras en el establecimiento, “de repente no falta el profe o compañero que piensa que es puro ruidero o fome, pero no es común eso, al menos para mí”, comenta Oliva. No obstante, esos momentos de discriminación le recuerdan la importancia de expresar su identidad sin importar los estereotipos y opiniones ajenas que pueda tener la sociedad sobre su persona.

La influencia de los medios de comunicación

Si bien existen un sin fin de comentarios negativos sobre el metal, lo cierto es que los metaleros son personas normales como cualquier otro ser humano. No todos consumen droga, ni se consideran satánicos. Algunos han quemado iglesias, como Varg Vikernes en Noruega, sin embargo, los metaleros defienden estas acciones a causa de la existencia de abusos por parte de la iglesia católica. Estos cuestionamientos surgen en personas como Luis Labarca (51), periodista y fundador de Aggressive 666, banda antofagastina de thrash metal formada en 1991.

“En 2001, cuando vino Iron Maiden a Chile, me llamaron de un medio para preguntarme si los metaleros de Antofagasta se habían organizado para hacer algún ritual o cosas así. La estrella del norte y el mercurio fueron por años haciendo ese tipo de cosas”, dice Labarca, responsabilizando a los medios de comunicación como cómplices de satanizar el metal y brindar información errónea desde la ignorancia por el género. Tal y como pasó con la llegada de Maiden a Chile para su recital en 1992, donde el obispo auxiliar de Valparaíso, Javier Prado Aránguiz, solicitó negar el arribo de la banda porque “sus canciones eran una mala influencia para la juventud”, según consignó PQTQ Magazine.

Aggressive 666 cuenta historias de terror, que están basadas en novelas tipo Lovecraft y cómics para adultos. Una temática recurrente en sus canciones es el odio ferviente y sostenido hacia la religión, sus tramas se dirigen en contra de la iglesia, los curas y la pedofilia. Critican la religión como una institución abusiva, aunque el vocalista reconoce que la fe en sí misma es válida, ya que considera que las personas necesitan creer en algo para encontrar sentido en sus vidas, y de no ser así, se mueren.

El periodista expresó que los metaleros y rockeros confían en sí mismos, mientras que muchas personas encuentran consuelo en la fe debido a la falta de afecto en la vida. Sin embargo, criticó la manipulación de la fe por parte de instituciones religiosas como la iglesia católica y evangélica, que lucran a expensas de la creencia de la gente. Además, recordó cómo durante el gobierno militar se estigmatizaba al metal como satánico, mientras ocultaban los verdaderos horrores que ocurrían en Chile, como las violaciones a los derechos humanos.

“Te bombardeaban por todos lados que el rock era satánico, la tendencia en la tele era que la gente que escuchaba ese tipo de música era porque tenía una falencia familiar”, expresa Luis. Esto se asimila al mal rato que vivió “Necrosis” y la incomodidad de su vocalista, Andrés Marchant, cuando se presentaron en el programa “Sábados Gigantes” el 28 de mayo de 1988. Ahí, Mario Kreutzberger (Don Francisco) cruzó todos los límites: los ridiculizó por tocar thrash metal, omitiendo que su falta de respeto tendría consecuencias en un futuro y que sería un factor de bullying por parte de los chilenos.

Don Francisco tardó 30 años en pedir disculpas a Marchant por el comportamiento que tuvo en aquel programa, finalmente lo hizo para el aniversario de Sábados Gigantes en 2018. Si bien ya no existe ningún conflicto con la banda, ese amargo recuerdo de burla perdura en la mente de los chilenos, quienes en la actualidad siguen posteando el video. Asimismo, recalcan que este animador perdió la oportunidad de realizar una buena entrevista a una de las mejores bandas chilenas de thrash, que incluso, tuvo gran éxito en el extranjero.

La religión y el metal

“Siempre hay personas religiosas que juzgan mucho, la religión juzga. Muchas veces creen que si uno se junta con esas personas, va a ser igual a ellos, y no es así. Tampoco es que sea una persona mala, sino que decidió irse por ese lado y yo no puedo cambiar eso. Pero mi iglesia es distinta, yo nunca me sentí rechazada cuando asistía vestida de negro, con tachas y uñas pintadas. Al contrario, todos me hacían parte, nunca me juzgaron por mi apariencia o decían cosas para juzgarme, fue todo a su tiempo, permitieron que yo viviera lo que tenía que vivir y que yo eligiera”, manifiesta con una sonrisa en su rostro la periodista cristiana, Cindy Díaz (23), quien asiste a la iglesia Cosecha de Antofagasta.

A ella le agrada el metal, pero no tanto la lírica, debido a su contenido sensible que incluye suicidio y muerte. A pesar de eso, considera que las letras reflejan aspectos de la realidad y muestran un poco de lo que se vive, pero no encuentra algo negativo, cree que es un estilo como cualquier otro. Su visión sobre el metal cambió cuando descubrió que Ignacia Fernández, modelo postulante a Miss Chile y vocalista de la banda de death metal “Decessus”, desafiaba estereotipos al combinar su gusto por el metal con atuendos coloridos y alegres. Esto le enseñó a Cindy que los gustos musicales no definen a una persona por completo, y que alguien puede disfrutar del metal sin adoptar una estética oscura y gótica.

Perspectivas y comparaciones

Gonzalo Rodríguez López (26) se fue a Nueva Zelanda en 2017 y estuvo 6 años allá. Él describe cómo a pesar de no enfrentarse a prejuicios extremos, era mirado con extrañeza por su apariencia en ese país, especialmente por tener el pelo largo y vestir en algunas ocasiones con camisetas de bandas polémicas como Cannibal Corpse. En particular, la gente conservadora y blanca solía cruzar la calle para evitarlo, y su pareja recibía preguntas sobre por qué estaba con él, una experiencia que Gonzo atribuye a la xenofobia y a su aspecto por ser moreno.

Gonzo encontró diferencias significativas entre la vida social de la comunidad metalera en ambos países. En Nueva Zelanda, conoció a muchos metaleros de Brasil y España en pubs, ellos eran amables, sociables y demostraban interés en aprender sobre bandas de Chile y Latinoamérica. Algunos quedaron impresionados con Rata Blanca, los compararon con Iron Maiden por su sonido similar. Además, Rodríguez agregó que los conciertos eran más organizados, con mejor infraestructura y sonido y llevaban a grandes bandas de black metal, como Mayhem.

“Acá en Antofagasta hay más rivalidad con los punkys, una comunidad autodestructiva y tóxica, pero los metaleros allá en Nueva Zelanda todos eran más amigos, iban a los shows y después cada uno a su casa. Los locales eran seguros, acá en Antofagasta hay mucha droga, eso lo hace peligroso y rancio”, finaliza López entre risas.

Una opinión diferente tiene Juan Pablo Galeas, vocalista de N.N. Punkrock, una banda tocopillana con 20 años de trayectoria. Galeas tuvo mohicanos de todos los colores, usaba chaquetas con parches y, cuando joven, observó cómo otros vivían de los prejuicios. Él y sus amigos son punkys, y en ese tiempo se juntaban con los metaleros, aunque los metaleros odiaban a los punkys. Era raro, pero con ellos no había mala onda, la relación se dio de manera positiva y eso rompió algunos estereotipos.

El psicólogo y docente antofagastino, Felipe Salinas López (27), argumenta que una estrategia efectiva para combatir estereotipos, es fomentar la asistencia de personas a eventos relacionados con el metal. Esto permitiría ampliar sus gustos musicales y tener una visión más completa de la cultura metalera. Si bien Salinas encuentra que en Chile la cultura metalera es amplia, cree que “La comunidad del metal debería hacer mucha más difusión de sus eventos, para que el resto de la gente pueda conocer”.

Según estadísticas de Spotify citadas por Rockaxis, Chile se destaca en Latinoamérica tanto por la cantidad de oyentes de metal, como por la cantidad de bandas de este género, con 114 bandas por cada millón de habitantes. Cifra similar a la que publicó el estudio divulgado por el sitio web de Jukubmarian (2018), indicando que nuestro país es el que posee más bandas de metal en la región (113 por cada millón de habitantes), superando a países como Argentina, Colombia, Venezuela y Perú.

Después de explorar las experiencias, percepciones y desafíos de los metaleros en Antofagasta, se revela un panorama complejo, pero enriquecedor, ya que, para ellos, el metal no es solo un género musical, sino un refugio donde encuentran libertad y la capacidad de formar vínculos. Esta música les permite expresar sus emociones más profundas frente a la incomprensión social. Además, al desafiar los prejuicios, los metaleros inspiran a quienes desean mostrarse ante el mundo.

“No tengas miedo de ser diferente. La sociedad tiende a excluir a los que no encajan en el molde, pero esas son las personas que realmente cambian el mundo”.

—Ronnie James Dio.