Crónica de un Desastre Anunciado
Por Carlos Rendón y Felipe Bórquez
Derrumbes, aluviones y la falta de una ruta de escape son sólo algunos de los problemas que podrían afectar a alumnos y funcionarios que asisten a diario a las dependencias de la Universidad Católica del Norte.
Día equis de un mes cualquiera, 10 de la mañana en el reloj. Un fuerte temblor afecta la zona de norte del país, epicentro a cinco kilómetros de Antofagasta. Poco después se sabe su escala: 8,9 Richter. Suenan las alertas de tsunami, el mar cubrirá las calles en menos de treinta minutos. Uno de los tanques de agua que está arriba de la Universidad Católica del Norte, UCN, explota, dejando escapar el agua hacia abajo, empapando la roca y volviendo lodo los cúmulos de tierra que llevan años cubriendo toda la zona este de la universidad. El aluvión cae, acompañado de la roca maciza, y cubre la única vía de escape que tiene la universidad hacia arriba. Las calles se llenan de barro, al igual que los edificios, mientras las rocas, enormes, ruedan pendiente abajo destrozando todo lo que tocan. Y entonces, comienza el tsunami.
Una visión como esta puede resultar ajena, imposible e incluso de película para algunos, pero nada más lejos de la realidad. Acorde a la estructura y falta de planes de seguridad de parte de la Universidad, una situación como esta es más que posible en caso de un fuerte terremoto que afectara la zona norte del país. El Barrio Humanista, ubicado en el sector sur de la universidad, sería uno de los más afectados, quedando atrapado entre el barro, los escombros y el tsunami a falta de una vía de evacuación rápida y segura hacia arriba, a la seguridad de la Coviefi.
Si bien el último mapa de evacuación de tsunami en la ciudad deja a la Universidad fuera de peligro grave, es, de todas formas, necesario que esta cuente con zonas y vías de seguridad en caso de un peligro mayor, tanto por el bien de funcionarios y estudiantes, como de los habitantes de la ciudad que usan a la universidad como vía de escape o refugio en simulacros. Nada puede asegurar que el terremoto que todos esperan para la zona norte del país no sea de un grado superior al estimado, ni que el posterior tsunami no llegue a dependencias de la institución. El tsunami de Tailandia de 2004 es una clara muestra de que nunca se está lo suficientemente preparado, ya que hay variables completamente ajenas al control humano.
Esta situación de peligro ya ha sido vista por funcionarios del sector, que han mostrado su descontento frente a la falta de una vía de escape que evite el trágico escenario de un barrio completamente atrapado en medio del caos. Durante el 2014, el académico de la facultad de Periodismo de la universidad, Rubén Gómez Quezada, realizó un comunicado formal al Rector de la universidad, Jorge Tabilo, donde le hizo saber del peligro que se vive en el sector. Esta carta, con fines meramente informativos, contó con más de 60 firmas de funcionarios y alumnos de las facultades de Periodismo, Psicología y Derecho, que justamente serían las más perjudicadas frente a una posible catástrofe.
Si bien en el pasado existía una forma de salir verticalmente desde el Barrio Humanista a Coviefi, actualmente el único camino que existe es una frágil escalera de piedra, que se caería en caso de un fuerte terremoto y que, de todas formas, no cuenta con una salida libre hacia arriba. En base a esto, las personas del barrio sólo podrían evacuar hacia abajo o hacia el norte, por la calle principal que lleva hasta la salida superior de la Universidad Católica del Norte. No obstante, es aquí donde entran en juego los grandes tanques de agua y la montaña de escombros acumulados a un lado de la calle.
Con un terremoto de altas magnitudes, toda la tierra y las piedras que se encuentran a un lado del camino caerían de golpe. A esto hay que sumarle el peligro de los tanques de agua, que teniendo ya más de 40 años, no es descabellado pensar en una rotura que deje salir el líquido y transforme la tierra y los escombros en un aluvión. De una u otra forma (con agua o sin agua), la calle principal, la única vía de evacuación por la salida superior de la universidad, quedaría completamente bloqueada para las personas del Barrio Humanista, que tendrían que ir, necesariamente, hacia abajo, rodeando casi toda la universidad, para poder escapar. Un tiempo valioso con el que, obviamente, no se cuenta siempre en caso de catástrofes. No hablamos sólo de daños en la infraestructura de la Universidad, sino de decenas, cientos de vidas que corren peligro por la falta de una vía de evacuación vertical segura.
Frente a estos peligros en la Universidad, existen ejemplos que validan nuestra preocupación: Durante el terremoto con alerta de tsunami que afectó la zona norte el 1 abril de 2014, la entrada sur de la UCN (por donde debería entrar la población cercana) no se abrió inmediatamente, dejando a las personas esperando o teniendo que rodearla para llegar a zona segura. En segundo lugar, la Universidad, en caso de catástrofe, no está contemplada en su totalidad como albergue comunitario, a pesar de tener zonas seguras e implementos de emergencia. La Federación de Estudiantes de la UCN en ese entonces apoyó completamente la carta previamente mencionada. Camila Vargas, miembro de ese grupo, mencionaba que:“Entregamos todo nuestro apoyo a la iniciativa de los profesores, pues la Universidad debe ser un centro de resguardo para todos”. No obstante, nunca hubo respuesta ni señal de apoyo de parte de rectoría.
Estudios en la UCN
En base a la información recabada, podemos dejar en claro que las falencias de seguridad en la Universidad Católica del Norte son un tema contingente, y que debe ser tratado en pos de la seguridad de toda la comunidad. A pesar de esto, aún era necesario conocer la opinión de la administración de la universidad, y si de verdad era un tema de importancia para ellos. Con esto en mente, nos comunicamos con Carlos Díaz Carvajal, Director de Recursos Humanos de la Universidad Católica del Norte.
La información que nos dio fue bastante interesante, pues resulta que la problemática del talud (nombre que se le da a las acumulaciones rocosas como la que está en la zona este de la universidad) lleva tiempo en agenda, e incluso se cuenta con estudios realizados por la escuela de geología de la universidad, que midieron el peligro en caso de un terremoto superior a 8 grados Richter.
Pero lejos de haber planes para eliminar todos esos escombros, lo que se busca es trasladar las zonas que podrían estar en peligro. Es decir, eliminar esa vía de evacuación y cualquier edificación demasiado cercana, como las garitas de los guardias del sector sur. No hay una voluntad de eliminar o, al menos, rebajar el talud, pues acorde a los mapas de la ONEMI, prácticamente la universidad en sí es una zona segura. Con este argumento, los planes son más que nada agregar nuevas zonas de seguridad dentro de la Universidad, siendo las canchas a un lado del Gimnasio Luis Bisquertt un posible nuevo punto de reunión en caso de catástrofe.
La investigación de esta posible trampa mortal dentro de la Universidad Católica del Norte nos ha dado varias respuestas, pero también muchas (y preocupantes) dudas. Luego de hablar tanto con funcionarios como con alumnos, nos damos cuenta que son estos últimos los más preocupados por el tema, pues sólo los trabajadores que son del Barrio Humanista presentan una real preocupación por el peligro que supone el talud.
Más aún, pareciera que la Universidad le baja el perfil al problema, sabiendo ellos mismos que un terremoto 8.0 Richter bastaría para provocar derrumbamientos en el conjunto rocoso. No somos una región ajena a los sismos, ni mucho menos podemos señalar a la UCN como un lugar completamente seguro (recalcar que, dentro del mapa de evacuación de la ONEMI, la universidad está prácticamente en el límite del peligro), por esto, es casi un hecho que tarde o temprano ese cúmulo de escombros provocará un desastre.
Aun así, el talud parece ser una postal a futuro de la universidad, y el peligro continuará mientras las únicas medidas de resguardo sean “mover la vía de evacuación” o “sacar la garita del guardia”. Es un problema latente, que está allí a la vista de cualquiera que se tome la molestia de subir y ver los enormes escombros acumulados, escombros que continúan y continuarán allí a pesar de que se sabe de su peligro. Sea como sea, si termina en un desastre; si destruye edificaciones; si perjudica a civiles; o acaba con vidas ya sea del alumnado o de los funcionarios, nadie podrá decir que no fue un desastre anunciado.