Don Carlos, el icónico fotocopiador de la UCN: “Los estudiantes no sólo me recuerdan por una fotocopia, sino como persona”

Por Nicolás González.

Si eres o fuiste alumno de la Universidad Católica del Norte (UCN), probablemente  le has pedido que te saque una fotocopia para algún trabajo. Si estudias en la Facultad de Humanidades, es casi una certeza que has entrado al menos una vez a su despacho ubicado en la frontera entre las carreras de Periodismo y Psicología.

Carlos Vargas Soto, de 78 años, llegó a Antofagasta en 1968, como reparador de máquinas de escribir. Lleva más de 30 años como fotocopiador en la UCN, conociendo a múltiples generaciones de estudiantes que hoy lo recuerdan y le traen algún obsequio cuando lo visitan.

En entrevista con El Pensador 2, Don Carlos nos cuenta cómo llegó a La Perla del Norte, detalles de su vida personal, algunas anécdotas y sobre su paso por la universidad.

¿De dónde es?

De Santiago, llegué el año 68 a Antofagasta por la empresa Remington, la misma de las máquinas de escribir. Supuestamente venía por dos años, pero aún no me puedo ir (bromea). Pero estoy feliz, porque tengo a mis hijos y nietos aquí.

¿Cuándo y cómo llegó a la UCN?

La fecha exacta no sé, no me acuerdo, pero el año sí, fue en 1985. Vine a prestar un servicio a la Universidad, ya que yo reparaba máquinas de escribir y calcular, así como esta máquina que está allá -señala una máquina de escribir añosa que tiene en su despacho, que por lo demás se encuentra lleno de antiguedades, regalos y recuerdos-.

¿Usted se dedicaba a esto antes de llegar a la “U” entonces?

Sí, yo empecé a los 15 años a trabajar con máquinas, el año 1955. Pero con la llegada de los computadores (el 85’), las máquinas empezaron a quedar atrás y también el trabajo. Cuando llegaron los computadores, tuve que  decidir qué hacer, y como  uno de mis hijos era estudiante de acá, me dijo: “coloquemos una fotocopiadora, que no hay”. Así que ahí nos instalamos con una fotocopiadora en arquitectura, ahí empecé.

¿Cuántos años lleva en la Universidad?

Llevo 32 años, he visto muchas generaciones. Me he topado a niños que ya no son niños, sino que ya son adultos, con hijos. Incluso, como a mí me toca atender con la fotocopiadora en período de matrículas, a veces vienen ex alumnos que me dicen: “vengo a matricular a mi hijo”, es decir, ya son apoderados de alumnos nuevos, y quedo sorprendido, me gusta eso.

¿Hasta cuándo piensa quedarse usted acá?

Hasta cuando me digan “usted es inservible, no lo queremos más. Fuera” (se ríe).  Y ahí me voy nomás, contento de haber cumplido mi deber. De haber servido a la universidad, a los alumnos, a pesar de que ya no se sacan tantas fotocopias como antes. Ahora son más bien cosas pequeñas.

¿Se ha notado mucho el declive?

Sí, mucho. Con las nuevas tecnologías, todo esto de las fotocopiadoras… Van quedando afuera.

Según Ud. ¿a qué se debe el cariño y afecto que le expresan los estudiantes?

Yo creo que porque los trato con mucho respeto y cariño. Realmente los veo como niños cariñosos. Yo trato de conversar con ellos y apoyarlos, porque algunos viven lejos de su familia y es un lazo de amistad que uno crea y que perdura.

En el marco del 61° aniversario de la UCN ¿Qué ha significado para Ud. nuestra universidad?

Cuando recién llegué a Antofagasta de Santiago, vivía cerca de la UCN y tuve la oportunidad de conocer la universidad porque un profesor necesitaba niños para la natación y traje a mis niños, al mayor. Desde ahí como que entró esta universidad en mí y viceversa, porque nunca pretendí quedarme en Antofagasta.

Además, yo soy un agradecido de esta casa de estudios, porque no sólo me ha dado la oportunidad de trabajar, sino que también gracias a una beca deportiva en atletismo, mi hijo pudo estudiar Arquitectura en la UCN. Cosa que muy pocos saben.

¿Qué mensaje le gustaría entregarle a los alumnos y a los egresados que han compartido con Ud. o han pasado por acá?

Mucha perseverancia en sus estudios, cosa que después sean útiles para la sociedad. A mí me genera mucho orgullo, cuando después los veo y me dicen “soy profesional y trabajo en tal lado” y no sólo me recuerdan por una fotocopia, sino como persona. Hay un niño que era de Calama y era diabético, con muchas dificultades sacó su carrera y cuando terminó, él me invitó a su graduación. Incluso muchos alumnos me dejan fotos, porque en algún momento era el más conocido o representativo, porque claro comencé con la carrera de Psicología y después con Derecho

Don Carlos se despide desde su despacho, en el cual trabaja de lunes a viernes tanto en la mañana como en la tarde. Le siguen sus perros y sus historias, aquellas que adornan los estantes de su lugar de trabajo. Regalos de alumnos por la buena onda, fotos antiguas, la clásica fotocopiadora inmune al paso del tiempo. Tan inmune como su dueño.