Chile y Bolivia: Una tensión que no acaba nunca
Por Claudio Espinoza.
Enemigos, rivales acérrimos en la política, en la calle, en la mesa y hasta en el fútbol, es tanta la rivalidad que existe entre Chile y Bolivia, que data de hace más de un siglo o un incluso un poco más, que llama la atención que ante el conflicto más mínimo que se genere entre ambos actores, crece la tensión y el hilo se va haciendo cada vez más delgado, provocando la intranquilidad de qué puede llegar a pasar cuando ese hilo se termine cortando.
Al parecer la tensión es parte cotidiana de la vida de los gobiernos chilenos y bolivianos: dos gobiernos han pasado en nuestro país, con posturas políticas diametralmente opuestas, los que se han mantenido firmes ante las demandas bolivianas que se centra principalmente por la salida al mar que solicitan y alegan que les corresponde, mientras Chile se escuda y argumenta con la validez de los tratados firmados hace varias décadas.
Luego de no poder resolver los conflictos políticos y territoriales en la agenda bilateral, ambos países se han enfrentado y emplazado públicamente en innumerables ocasiones, ambos llevaron sus demandas a La Haya para que resolviera, pero nadie resulta (hasta ahora) como “ganador”.
En la sociedad chilena existen varios prejuicios a la hora de aceptar a un ciudadano boliviano y tratarlo con igualdad, en su mayoría trabajadores humildes que vienen a buscar una oportunidad a nuestro país, otro puñado son empresarios que han visto a Chile como tierra fértil y otros que se han ido al lado oscuro de la fuerza, siendo parte de la temida delincuencia. Pero, al chileno le cuesta, varios se sienten superiores, otros le endosan la responsabilidad a los foráneos de “quitarle” la pega a los compatriotas, sin embargo, la barrera de la ignorancia no los deja ver más allá, esa rivalidad mal entendida sigue acrecentando la odiosidad entre un pueblo y otro.
Por otra parte, en el último tiempo los jóvenes chilenos han valorado a Bolivia como un destino turístico más que interesante, mientras otros buscan la posibilidad de desarrollarse profesionalmente estudiando en aquella nación, aprovechando la amplia gama de posibilidades y la calidad que ofrece el vecino país en algunas carreras universitarias. Aunque los bolivianos son menos prejuiciosos, igual existen los que le hacen la vida imposible a los compatriotas que van a probar suerte allá. En su mayoría les abren su corazón para sumarlos como uno más a la sociedad boliviana, los incorporan y les permiten la posibilidad de establecerse fuera de casa, regresando a nuestro país con todas las herramientas necesarias para implementarlas.
Podríamos decir entonces que los chilenos nos gustan la mayoría de las veces salir beneficiados y obtener réditos en distintas situaciones de la vida. Pero, a la hora de entregar, de integrar o incorporar a nuevos elementos de otras culturas a la sociedad, pone una barrera prejuiciosa que no permite conocer, ni siquiera discernir si una persona es buena o mala, es un aporte o un punto negro que no suma en la sociedad.
Las odiosidades han traspasado hasta las fronteras de algo que debería ser tan sano como el deporte, cada juego entre chilenos y bolivianos es una verdadera batalla en las inmediaciones de los campos deportivos y a la hora del juego, los cánticos racistas y xenófobos van de un lado a otro.
En la cancha se instalan los mismos prejuicios entre jugadores chilenos y sus rivales, transformando este duelo en un verdadero clásico, que por estas décadas ha tenido a la selección chilena bailando con la bonita. Sin embargo, ni siquiera este deporte está libre de los juicios y los enredos, tan así que un tribunal arbitral superior tuvo en sus manos una decisión de la que dependió la clasificación al mundial de nuestro país y el trabajo de cuatro años. Por su parte, los bolivianos quieren transformarse en los verdugos de Chile e incluso llegaron a aliarse con otros países para que Chile viva una verdadera pesadilla.
Pero, volviendo a las cosas importantes, aquella tensión política se incrementó en los últimos meses con la detención de militares bolivianos en territorio chileno, situación que dio la vuelta al mundo y que generó una serie de emplazamientos entre un gobierno y otro, con participación de políticos de distintos partidos que apoyaron la decisión de la justicia chilena, que terminó procesando y condenando a los ciudadanos bolivianos, en medio de las críticas del presidente Evo Morales y su gente.
Pero, a poco tiempo de que se viera luz verde en ese caso, vino la devuelta de mano. Aquel fin de semana, carabineros chilenos fueron sorprendidos en territorio boliviano, siendo detenidos y generando alarma en el gobierno chileno, que comenzó a mover sus piezas, apoyado nuevamente por todos los bloques políticos del país. Tras ello, el gobierno boliviano decidió regresar a los dos funcionarios policiales chilenos, quiénes regresaron sanos y salvos con sus familias.
La tensión que parecía tener una dosis de paz, no duró prácticamente nada. Los chilenos acusan al gobierno de Morales de aprovecharse de éste caso para fines propagandísticos, poniendo a la opinión pública de su lado y dejando a Chile como los malos de la película.
Pareciera que pase lo que pase entre un país y otro, se tiene que pasar por un proceso de diálogo superador, dejar las rivalidades de lado, las odiosidades, los prejuicios, las buenas acciones con doble intención. Ambos países debiesen madurar de una vez por todas y sentarse a conversar, a crecer, a superar el pasado y a construir un futuro en paz, libertad y con desarrollo para sus ciudadanos.