Aprendió a poner play y encontró su futuro: Mirando a través de los lentes de Cristóbal Valenzuela
Por José Montecino.
Aprendiendo a usar el Betamax que tenía su papá, un pequeño Cristóbal llegaba del Jardín Infantil y se ponía a ver las películas que se arrendaban en su casa. No es de extrañar que el primer acercamiento que tuvo con el séptimo arte hayan sido extractos de producciones densas y para nada dirigidas al público infantil, como es el caso de “2001: Odisea del Espacio”, “Encuentro Cercano del Tercer Tipo” o “Poltergeist”. Su futuro ya se estaba escribiendo.
Antes de sentarse para conversar, Cristóbal buscó un enchufe para poder cargar su celular. Aun cuando tiene un tono suave al hablar y bastante “piola” en esencia, el joven director no es de aquellas personas que con las que cuesta interactuar. Desde el vamos comenta que las artes estuvieron presentes toda su vida, pero que cuando quiso estudiarlas en alguna universidad, no lo dejaron. Por eso optó por Arquitectura, pero se retiró al año. “No funcioné mucho, en ese tiempo no tuve mucha visión de las posibilidades que otorga la carrera.”
Buscando nuevamente a lo que debía dedicarse, sus ojos se fijaron en que el cine abarcaba diversas áreas de su interés, como la música, pintura, la poesía, literatura y fotografía. “En vez de estudiar muchas carreras, estudié cine porque mezclaba todo”. De esa forma, mató a dos pájaros de un tiro: “Era fanático del séptimo arte, lo quería profundizar durante toda mi vida.”
Entró a la Universidad Arcis sin saber que de ahí nacería la idea central para su ópera prima. Aquel sujeto que sustrajo el Torso de Adèle del Museo Nacional de Bellas Artes también asistía a las mismas aulas, pero se preparaba en Artes – paradójicamente, materia que Cristóbal en un inicio quería estudiar-. “En la Arcis existe este folclor de lo subversivo, siempre era todo político.” El autor, en ese entonces conocido como Luis Onfray, proclamaba que el cometido era una obra de arte, pero nadie se detuvo a analizar y debatir sus acciones, pasando directamente a manos de la Justicia. En este punto, la idea ya estaba en la cabeza de Cristóbal.
“Me quedó dando vueltas esta falta de discusión, a nadie le interesó, fue un caso más bien ridículo para la gente.” Por esta razón, el director comenzó a buscar al controversial artista, movido por conocer su visión. Para lograr eso, inició una exhaustiva investigación mediante la prensa y las redes sociales, con tal de conseguir la información requerida. Lo complejo inició el día en que el documental entró en fase de producción. Como cualquier primerizo, tuvo que aprender mientras avanzaba, sin conocer a nadie, sin saber cómo se postulaba a un fondo. “Mi universidad, a diferencia de otras, no nos preparó para los fondos, todo era un terreno virgen. Durante los seis años, cada etapa fue un campo de batalla, pero aprendí a disfrutarlo.”
Pero a pesar de las complejidades regaladas innecesariamente por el entorno, el periodo de rodaje y el producto final lo deja bastante satisfecho, teniendo en cuenta las complejidades de articular un gran equipo de producción y a quienes dieron vida al documental. El claro ejemplo fue cuando conoció a Emilio Fabres – antes conocido como Luis Onfray-, debido a que se contradecía mientras daba su discurso. Por lo tanto, se tuvo que coordinar entrevistas con los distintos actores que participaron en el caso, entrando en los roles protagónicos el fiscal, la jueza y personas del Museo. “Lo difícil fue la logística, convocar todas estas voces.” De esta forma se generó un discurso que permitió ver de forma general el suceso
Cristóbal tiene las cosas claras, quiere vivir del cine y seguir entregándose en cuerpo y alma a este distinguido arte. Por esta razón, y movido por la ciencia ficción que de pequeño le introdujo el gusto por la cinematografía, su siguiente trabajo se basará en investigar la teoría sobre la Isla Friendship. De inmediato, Cristóbal comienza a narrar todo lo que maneja sobre este misterioso lugar, donde se dice que gente con enfermedades terminales se sanaron. “En los 80, una serie de radioaficionados comenzaron a recibir señales de gente que hablaba como en nórdico, quienes aseguraban tener contacto con seres de otros planetas, los ángeles del señor. Otros dicen que son nazis o mormones, otros que derechamente es falso.”
El director también cuenta que le gustaría incursionar en el futuro en las producciones de ficción, pero que todavía debe soltar la pluma a la hora de escribir libretos. “Yo siempre pensé que, quizás es un error, pero consideré que el documental era una buena escuela para luego saltar a ficción. Igual creo que sí, uno aprende caleta.”
La conversación concluye con Cristóbal explicando cómo lidiar con un equipo, haciendo armonioso el ambiente de trabajo, sin terminar con el director como un dictador. “Es común en los documentales chilenos que se terminan y los equipos se destruyen”. Con la conversación terminada, el director se levanta y va a buscar su celular que seguía cargándose en algún lugar del café.